lunes, 3 de junio de 2013

De cuando se disfraza de intelectualidad la pedantería, o porque no siempre los libro son mejores que la televisión.

“Apaga la tele y lee un libro”
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Esta es, sin que me quepa duda, y tomando en cuenta todas las variaciones posibles en cuanto a puntuación, contexto, sintaxis, uso de sinónimos, etc., una de las frases hechas mas utilizadas, repetidas y reproducidas a lo largo y ancho de las redes sociales, ya sea a través de un de un “ingenioso” tweet, un estado o una fotografía en Facebook, en Google+, o cualquier otra presentación en la red social de su preferencia.
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Ejemplos variados, pero todos compartiendo la misma idea general: “Apaga la tele y ponte a leer, naco ignorante” (eso último no lo dicen, pero lo da a entender la actitud de quienes comparten este tipo de mensajes)
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Hay que admitir que se trata de una postura bastante entendible y razonable, si no que defendible a priori. A partir del final de la década de los 90 e inicios de los dosmiles, con la llegada de un nuevo paradigma en a televisión conocido como “programas de realidad”, y bajo la influencia del fenómeno conocido como neostalgia, fuimos testigos de un increíble descenso en la calidad de los programas transmitidos por televisión, en los cuales, para poder competir con la creciente demanda, productores, escritores, directores y actores, tuvieron que aprender a explotar las más bajas pasiones de los televidentes, recurriendo para esto al uso desmedido de la violencia, el sexo, vueltas de tuerca, y giros argumentales ridículos, con esto descuidando cosas importantes como la trama, el guión, la profundidad de los personajes, entre otros detalles insignificantes. Y les funcionó. Y eso que aun no he tomado en cuenta los reality shows. Empezando como programas de concursos en condiciones más adversas y extremas que los comunes, donde podíamos ver las 24 horas del día las peripecias de un grupo de anónimos anodinos en búsqueda de la gloria inmortal, hasta llegar a los espectáculos dantescos que nos ofrece Televisa durante los domingos, o que podemos ver en MTV casi todo el tiempo (en serio MTV ¿Qué chingados te paso? Antes eras chévere) pudimos observar como el prescindir de escritores, el afán de exhibicionismo, el morbo del espectador, y la poca decencia, aseguran ganancias muy jugosas para las compañías generadoras de contenidos.
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He aquí los ejemplos más representativos de lo más nefasto de la televisión. Y por favor, no me pidan más de estos ejemplos, que con todo y mis groserías, este es un blog decente.
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Entonces, estamos de acuerdo que durante un periodo de tiempo, la oferta televisiva fue decepcionante, pero ¿fue eso suficiente para que la atención de la gente se volcara hacia un pasatiempo que muchísimo tiempo fue considerado como aburrido, incluso inútil, defendido solo de dientes para afuera? Pues verán. Paralelamente a la transformación de la oferta televisiva, la oferta literaria también fue desarrollándose. A finales de la década de los 90, las sagas de libros de fantasía y de aventuras juveniles comenzaron a hacerse muy populares. Si bien esta clase de libros ya se publicaban desde varios años antes (muchas veces con convenios con editoriales de materiales de texto, como la española SM, o la norteamericana Scholastic), no fue sino hasta la aparición de la opera prima de la escritora británica J. K. Rowling, Harry Potter y la Piedra Filosofal, que la bomba estalló.
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Esta mujer es la culpable de todo un fenómeno de masas, a quien lo único que puedo decirle es: GRACIAS
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El estreno de la primera película basada en esta saga de libros solo logró que los jóvenes, lejos de resignarse a esperar que estrenasen las siguientes películas, corrieran a su librería más cercana para poder enterarse de las nuevas aventuras que tendría el joven mago Harry Potter. Pero esto no pasó únicamente con las aventuras del joven estudiante del colegio Hogwarts, sino que también se desplazó hacia otras sagas fílmicas basadas en libros, como El Señor de los Anillos. Poco a poco estas personas comenzaron a descubrir mas libros, y si bien es cierto que muchos no pasaron de leer obras de ficción, lo que si se puede decir es que ampliaron sus gustos en cuanto a géneros, por lo que ya no teníamos solamente gente joven leyendo libros de fantasía, sino que también teníamos a aquellos que leían ciencia ficción, los que leían novelas históricas (las teorías de conspiración comenzaban a pegar fuerte en estos años), novelas de misterio, de terror (en ese tiempo se dio el redescubrimiento de grandes del género, como Stephen King, H. P. Lovecraft, y Edgar Allan Poe), de detectives, y un larguísimo etcétera.
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Poco a poco, el libro dejo de ser visto como ese objeto aburrido que nos hacen llevar la escuela, o ese entretenimiento aburrido (para los jóvenes) e inútil (para aquellos padres que querían que su hijo se hiciera de algunos dólares, como si trabajar de chico fuera una virtud per se) exclusivo de los nerds, a ser visto como un hobbie del cual cualquiera pudiera disfrutar (y que después, incluso, confería de un status a aquel que dijera: “me gusta leer”). El colectivo geek como lo conocemos ahora había nacido, y crecía como la mancha urbana del Distrito Federal.
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Libros que es común encontrar el la casa de un geek. De sobra esta decir que todos tienen lo suyo.
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Gradualmente, el pasatiempo se transmitió de los chicos a los adultos, quienes, si bien optaban por títulos diferentes, solo lograron esparcir el pasatiempo.
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Todos estos parecen ser antecedentes sólidos para defender al noble libro por encima de la impía televisión, después de todo, no podemos olvidar que el libro ha sido durante siglos el medio predilecto para transmitir el conocimiento de nuestra especie, mientras que la televisión ha sido llamada la caja idiota desde hace ya varios ayeres. Entonces podemos decir, sin lugar a dudas, que aquellos que dicen “apaga la tele y lee un buen libro”, están en lo correcto, y que, por ende, aquellos que comparten con nosotros esta frase, y que invariablemente predican con el ejemplo, son personas cultas, y que su consejo es universal.
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¿Neta? ¿En serio no lo vieron venir?
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Esta es una situación que ya se ha vuelto un cliché intrínseco en el cual cualquiera que se preste de ser “intelectual, muy inteligente”: Defender el libro como la fuente suprema de todo conocimiento y saber, al mismo tiempo que denostan a la televisión por ser la fuente de la ignorancia; medio que utilizan los poderosos para lavar la mente de la servidumbre que es la clase baja y media… Cuna de los males del siglo XX y XXI…
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Algo así es lo que esos tipos tienen en la mente…
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¿Quieren que les diga algo, mis reyes? Presten mucha atención, que esto, si bien no es un secreto, en realidad es algo muy importante. Acérquense, acérquense, y presten mucha atención, a las palabras que aprendí de un diseñador gráfico más sabio que el diseñador promedio, así como de un blogger criticón profesional:
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¿Qué? ¿Qué cómo es posible que me atreva a insinuar que el noble libro, baluarte de la cultura, el saber y la creatividad, pueda ser un instrumento para la propagación de la más variada mierda, como lo es la televisión? ¿Cómo es posible que me atreva siquiera a pensar que la indigna televisión, instrumento para multiplicar la estulticia de las masas, pueda ser utilizada para difundir el conocimiento? Bueno ¿Qué les parece si le bajamos un poquito al mame y mejor me dejan presentar algunos ejemplos que puedan defender mi postura?
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A ver, leer es bueno:
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Ver televisión es malo:
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Una vez más, público. Leer es de listos
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Ver la televisión es para tontos.
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¿Entendieron? Bueno, una vez más. Leer es benéfico
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Ver televisión es dañino como la carne de puerco.
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Una vez más, solo para reforzar lo aprendido. Leer nos vuelve sabios.
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Ver la tele nos hace imbéciles.
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Bueno, parece que ya entendieron mi punto.
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Ni leer es bueno per se, como tampoco ver televisión es malo a priori. El hecho de que pude presentar varios ejemplos de este hecho es evidencia de que en ambos medios uno puede encontrar tanto material intelectual, divertido, profundo, así como la mierda mas jedionda (si, así, con “j”), insultos al intelecto y el buen gusto.
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No hay que tener miedo ni odio de los medios que se utilizan para trasmitir contenidos porque solo son eso: Medios. Intermediarios que la gente utiliza para poder difundir o gritarle al mundo lo que ellos quieren. Por eso, es una reverenda pendejada satanizar a la televisión y santificar al libro. Tenemos que enseñarnos a ver de todo, a leer de todo. ¿Por qué? Bueno, este sujetolo puede explicar de mejor manera:
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Es una chingonería que, dados los tiempos que estamos viviendo, tengamos a la mano información de todo tipo: Chingona, buena, mediocre, mala, chafísima y ésta. Resulta que, para que podamos hacer esa selección para extraer lo valioso de cada cosa, necesitamos estar expuestos a todo. En otras palabras, necesitamos conocer el estiércol para distinguirlo del chocolate. Necesitamos haber leído alguna vez La Prensa para valorar La Jornada. Necesitamos haber leído a Carl Sagan para saber a qué tirarle con Deepak Chopra. Y podemos citar chingomil ejemplos más. Y sólo así podremos desarrollar nuestro "ojo clínico" para distinguir cual mierda es la que queremos tragar (no se hagan pendejos, a todos nos gusta dormir nuestras neuronas).
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Así que resumiendo. No todos los libros son fuentes de conocimiento. Hay libros que son de plano, muy, muy estúpidos, y ejemplos de ellos sobran. Solo basta ira pasearse a algún Sanborns, o algún Vips o sitios similares… pero a pesar de eso, hay muchos libros increíbles esperando que algún sujeto los encuentre y los lea. Lo mismo para con la televisión. Hay toda clase de basura siendo trasmitida en horarios estelares, pero a pesar de ello, actualmente la oferta televisiva (sobre todo en televisión por cable) nos ha podido regalar buenos programas, ya sean series, dramas, comedias, o programas de divulgación y aprendizaje. Ya sea en el presente o en el pasado. Solo hace falta tener algo de dedicación para buscarlos.
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Así que la próxima vez que un tío con aire hipster les venga a sermonear sobre la gloria del libro, ya saben que hacer…
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Sir David von Templo, se despide. ‘Amonos…
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