domingo, 27 de junio de 2010

Una tardía entrada póstuma en honor a don Saramago y a don Monsivais


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Carlos Monsiváis
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José Saramago
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En los últimos días, se anunciaron, si bien opacadas por los incesantes berridos sobre la participación de la mediocre selección mexicana en el pinche Mundial, las muertes de dos grandes escritores, pensadores liberales. Uno de ellos portugués y el otro mexicano. Me refiero, por supuesto a José Saramago y a Carlos Monsiváis.
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Por un lado tenemos a nuestro connacional, Carlos Monsiváis. Su capacidad crítica, su estatura intelectual y su peculiaridad estilística lo convirtieron en una de las voces más reconocibles del panorama cultural hispánico. Sus posiciones políticas y su perspectiva crítica lo llevaron, desde el inicio de su carrera periodística, a dar cuenta de todos aquellos fenómenos literarios, sociales y culturales que implicaban un desacato al autoritarismo, al orden establecido y al conservadurismo. De ahí su interés en el movimiento estudiantil de 1968, los ídolos populares (como El Santo o Cantinflas, por ejemplo), el movimiento feminista, las figuras contestatarias de izquierda y los personajes o acontecimientos que en algún sentido implicaban un avance de las ideas progresistas y un rechazo a toda posición intolerante y retrógrada). De ahí también la importancia que le dio a la promoción de los derechos de las minorías sociales, la educación pública y la lectura. Prácticamente omnipresente en los medios de comunicación masiva (los inteligentes, claro está).
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Abiertamente homosexual, apoyó las luchas de las minorías sexuales, como también las de otras minorías culturales. Se acompañó con jóvenes siempre que pudo, desafiando a las convenciones y al inevitable peso de la edad. Por supuesto, su postura en favor de la despenalización del aborto y en contra de la tauromaquia le generó muchos detractores en los sectores conservadores.
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También fundó, junto con Claudia Vázquez Lozano, la organización civil Gatos Olvidados, en la cual ellos se encargaban del cuidado y mantenimiento de los gatos callejeros, así como su traslado y vigilancia en albergues de animales, o bien, su reubicación con familias que pudieran cuidar de ellos.
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Y claro, como olvidarnos del viejo camarada Saramago. Escritor, novelista, poeta, periodista y dramaturgo. Perteneció al partido comunista de su país, y en 1988 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. Escribió un centenar de obras, pero es con la publicación de “El evangelio según Jesucristo”, que su fama es disparada, a causa de una polémica sin precedentes en Portugal (que se considera una república laica), cuando el gobierno veta su presentación al Premio Literario Europeo de ese año, alegando que “ofende a los católicos” (¡pobrecitos católicos, todo les ofende!).
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Ateo declarado, colaboró ocasionalmente en prensa, aportando su punto de vista, siempre agudo y comprometido. En definición suya, "Dios es el silencio del universo, y el ser humano, el grito que da sentido a ese silencio". Una de sus últimas obras fue "Las intermitencias de la muerte", cuenta de un país cuyo nombre no será mencionado y se produce algo nunca visto desde el principio del mundo: la muerte decide suspender su trabajo letal, la gente deja de morir. De ahí en adelante, se relataran situaciones inimaginables o no, ya que nadie muere pero siguen envejeciendo.
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Estos dos escritores fueron personajes muy admirados por su servidor, por su ideología liberal, su desprecio hacia las autoridades retrógradas y ultraconservadoras, y su búsqueda por la igualdad de derechos. Su partida duele a todos los que vivimos libres de los dogmas, ya que de una u otra manera, ellos fueron quienes nos inspiraron para partir en busca de una sociedad más justa.
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Y claro, con su muerte, los conservadores más deleznables pegaron el grito en el cielo. Unas horas después de la muerte de Saramago, el diario Vaticano “L'Osservatore Romano” publicó la siguiente joyita de obituario. Aquí le muestro solo unos fragmentos.
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“Fue un hombre y un intelectual de ninguna admisión metafísica, hasta el final anclado en una proterva confianza en el materialismo histórico, alias marxismo colocado lúcidamente en la parte de la cizaña en el evangélico campo de grano, se declaraba insomne por el solo pensamiento de las cruzadas o de la Inquisición, olvidando el recuerdo del 'gulag', de las purgas, de los genocidios, de los 'samizdat' culturales y religiosos”
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“Por lo que respecta a la religión, atada como ha estado siempre su mente por una desestabilizadora intención de hacer banal lo sagrado y por un materialismo libertario que cuanto más avanzaba en los años más se radicalizaba, Saramago no se dejó nunca abandonar por una incómoda simplicidad teológica”
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“Un populista extremista como él, que se había hecho cargo del porqué del mal en el mundo, debería haber abordado en primer lugar el problema de todas las erróneas estructuras humanas, desde las histórico-políticas a las socio-económicas, en vez de saltar a por el plano metafísico”,
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“inculpado, incluso demasiado cómodamente y lejos de cualquier otra consideración, a un Dios en el que nunca había creído, por la vía de su omnipotencia, de su omniscencia, de su omniclarividencia”.

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Si, son palabras elegantes, pero no por nada el artículo deja de ser ojete. ¿No creen?
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Y sobre el funeral del buen Monsi, ¿pues qué se puede decir? Estoy seguro que ya todos habrán visto la reacción de los grupos conservadores mexicanos al ver como su féretro era cubierto con tres banderas, la nacional, la del movimiento gay, y la de la UNAM.
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Se nos fueron dos grandes, y se les extrañara. Como bien dijera
Ego en una de sus entradas más reciente. Los genios van muriendo, y los pendejos no hacen más que reproducirse.
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Sir David von Templo, Cambio y fuera

2 comentarios:

Alexander Strauffon dijo...

En paz descansen.

encontrado dijo...

Apenas me reponía, de la muerte de Carlos Montemayor el pasado 28 de febrero, cuando soy sacudido por la noticia devastadora (y de verdad, no solo es una expresión) de la perdida de Saramago, personaje irreemplazable del panorama internacional. Y para consumar la orfandad en que ha quedado la humanidad muere Monsi.
Carajo, carajo y mil veces carajo.

Saludos y un abrazo fraterno